Los ataques de agresividad en los niños son normales, ya que son el resultado de no poder controlar sus impulsos o su fuerte genio.El problema viene cuando el niño persiste en la conducta agresiva por sentirse frustrado ante el sufrimiento o el rechazo de los demas. Al igual que enseñamos a nuestros hijos a comer o a hablar, tenemos que enseñarles a controlar su agresividad.
Es importantísimo que se tenga un buen modelo en los padres, ya que el niño suele seguir el modelo de comportamiento que ve en casa.
Tan malo es la falta de disciplina como una actitud hostil en la que se desaprueba constantemente todo lo que hace. También es importante la coordinación entre los padres. Si uno de ellos no permite nada y el otro es muy permisivo, el niño se confunde y se rebela, y tampoco se puede castigar un comportamiento agresivo con una actitud agresiva o amenazadora porque es incongruente.
Otro factor influyente es que se le digan frases del tipo "eres un cobarde" o "los niños no lloran", o incluso la falta de vocabulario, ya que si le faltan estrategias verbales para defenderse en situaciones difíciles, se puede sentir frustrado ante su incapacidad para expresar lo que siente y eso le puede conducir a la agresión.
Está claro que el castigo físico no es aconsejable en ningún caso porque tiene consecuencias negativas, ya que aumenta la ansiedad y muestra un modelo de conducta agresivo que tiende a imitar, con lo que nos toca preguntarnos: "Entonces, ¿Qué hacemos?"
Pues bien, lo mejor es mantener una actitud relajada y positiva dentro de lo posible, enseñar al niño a resolver los problemas con tranquilidad, y reforzar las respuestas positivas recompensando al niño.
En cualquier caso, ahí van algunas estrategias a seguir:
-Podemos castigar al niño quitándole privilegios como no ver la tele durante un cierto tiempo,pero siempre hay que advertir al niño de que si se comporta así recibirá el castigo.
- No se debe aplicar el castigo gritando o regañando, puesto que esto puede hacerle pensar que es una actitud negativa, con lo que a veces refuerza la conducta negativa.
-El tipo de castigo y el modo de presentarlo debe ser adecuado a la situación, no puede ser un castigo desproporcionado, y hay que explicarle al niño por qué se le está castigando,y se debe llevar a cabo desde el principio de forma firme y definitiva.
-En ningún caso se deben aceptar las excusas ni las promesas por parte del niño.
-Hay que mostrar otros modos de resolución del conflicto,enseñandole a mostrar la calma ante una provocación.
-En casos en los que la conducta agresiva sea habitual, y siempre cuando el niño es mayor de 8 o 9 años, se puede hacer lo que algunos expertos llaman "contrato de contigencias", que básicamente consiste en redactar un escrito entre adulto y niño en el que se especifica qué conducta deberá seguir el niño ante las próximas situaciónes conflictivas, y qué coste tendrá para el niño si responde de forma agresiva. Este "contrato" se negocia con el niño, se coloca a la vista del niño, y se revisa cada cierto tiempo, ya que el simple hecho de revisarlo actúa como reforzador.
De lo que se trata es de cambiar el hábito de conducta con paciencia y perseverancia, buscando la causa de la agresividad e intentando adquirir una nueva conducta donde el niño aprenda a controlar sus impulsos agresivos, pero no debemos olvidar que lo más interesante es que no llegue a desarrollar esa tipo de conducta, lo cual es más fácil si imponemos unos límites claros y concisos, que el niño puede entender sin ambigüedades, explicándoles el motivo por el cual tienen que obedecer, ya que eso les ayuda a desarrollar unos valores y una conciencia propios.
Cuanto más claro tenga el niño los límites, mayor será la cooperación que recibamos y menor la necesidad de aplicar castigos para que se cumplan, con lo cual el ambiente en casa será mucho más agradable tanto para los padres como para los hijos.
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